Wednesday, January 14, 2004

Este miércoles he decidido poner a su alcance un reportaje sobre un artesano cuya obra será del agrado del coleccionista y del demonólogo, pues entre sus trabajos se encuentran unas máscaras de tres de los cuatro diablos que forman parte de las pastorelas tan impresionantes como magistralmente trabajadas. En fin, yo me callo y los dejo en compañía de don Victoriano Salgado.


DON VICTORIANO Y SUS VIAJES

Yo nací aquí, un 31 de mayo de 1920, y de aquí no he salido para ningún lado, a excepción de cuando me invitan a exposiciones, ferias... A México, a Morelia, Pátzcuaro, Gómez Palacio. En Gómez Palacio duramos un mes y ni una máscara vendí. La que nos invitó, de lástima o no sé qué, fue la única que nos compró una máscara.

Otra que hicimos fue al Museo Nacional de Santa Fe, Nuevo México. Esa sí estuvo mucho mejor. Fuimos a demostrar cómo se tallan las máscaras. Ahí estuvimos una semana tallando máscaras. Fui yo y un hijo mío. Y no, pos allá sí nos gustó. Llevamos unas dos docenas de máscaras, 24 o 30 máscaras.

Llegamos en la tarde, ya oscureciendo. El que recogió la caja donde iban las máscaras se las llevó pos al museo, y a nosotros nos llevaron a un hotel, para al otro día desempacar las máscaras y mostrarlas al público o venderlas. Nomás que cuando llegamos ya las tenían en una mesa larga, todas destapadas. Que nos van diciendo que a cómo íbamos a dar las máscaras, que qué precio tenían las máscaras. Mi muchacho fue el que les dio el precio. "Está bien. Para que no vayan por allá y mejor se pongan a tallar aquí las máscaras, nosotros nos quedamos con ellas, nosotros se las pagamos". Después, en el transcurso de los días que estuvimos trabajando allí, llegaban clientes: "Queremos que nos haga el favor de firmar la máscara por detrás". Ya la habían comprado. Han de haber vendido como unas diez en el tiempo que estuvimos ahí. O venderían más, pero fueron como diez personas las que fueron a que se las firmara.

A San Luis Potosí fuimos dos veces invitados, cuando se hacían allá los festivales de la Primavera Potosina, que es en mayo. Nos invitaron a mascareros especialmente, porque las invitaciones venían del Museo Nacional de la Máscara. Nos invitaron toda una semana con el fin de mostrar cómo se tallan las máscaras. Tuvimos que estar ahí con el mazo y el formón tallando la máscara. Cada quien su trabajo: el que las hacía en barro tenía que estar modelando; los que las tallábamos, pues a puros golpes


DE MAQUE, COLORÍN Y TALENTO

Con mazo y formón en mano, Victoriano Salgado defiende la tradición de las pastorelas y otras danzas típicas regionales

Este año fueron pocos los pedidos que tuvo don Victoriano Salgado, artesano michoacano radicado en Uruapan cuya especialidad son las máscaras para pastorelas pintadas con la técnica del maqueado. ¿Eso hablará de una pérdida de interés por esa tradición? Uno de los motivos, a decir de don Victoriano, es la falta de tiempo.

"Tienen que estar practicando, ensayando y todo. Y cuando van por ahí a hacer alguna representación poca gente se interesa. Ya se está acabando todo eso. La televisión está acabando con todas las tradiciones. Danzas también ya hay muy pocas".

Y cómo no, si se requiere de ensayos y desveladas durante unos dos meses, además de la conjunción de esfuerzos de poco más de 20 personas.

"Simplemente la actuación son cuatro horas las que dura. Mucha gente no aguanta".

Han sido, pues, pocos los pedidos de máscaras, y fueron sobre todo de coleccionistas o revendedores, como un cliente habitual de California, que no sólo vende artesanías, sino también pinturas de varias partes de la República. A decir de don Victoriano, es medio especial.

"No quiere que se las mande (por paquetería), porque se las maltratan. Se las lleva en el avión. Ahí tiene un penacho (máscara del Señor de La Naranja) que no sé cómo le irá a hacer".

Poco más de 30 tipos de máscara son los que manufactura don Victoriano, pero quizá las más llamativas, por su escalofriante belleza, sean las de tres de los cuatro demonios que aparecen en las pastorelas: Satanás, Asmodeo y Astucia (Luzbel, quien comanda a todos los diablos de la pastorela, anda sin máscara y sólo provisto de un machete).

Los cuernos que adornan las máscaras son naturales, alguna vez pertenecientes a reses. ¿Dónde los consigue don Victoriano? Se los compra a quienes venden taquitos de cabeza. Se los encarga y ellos los guardan para él. Después él se encarga de con ellos dar un toque más impresionante a las representaciones del chamuco.

Un trabajo laborioso
Cada máscara requiere de un trabajo de quince días. Lo más sencillo es tallarlas. Lo hace en madera de colorín, por ser liviana. Le toma más o menos un día, y debe esperar a tener talladas once o doce piezas para prender el horno, a donde las mete para que la madera seque y se le muera la polilla. Se hornean, se lijan y entonces viene el maque.

¿Pero qué es el maque? Consiste en la aplicación de varias capas de una sustancia formada por yeso y pigmentos, que pueden ser naturales o sintéticos. Cada capa es pulida para sacarle brillo. Así se forma una superficie tersa de color, integrada a la madera.

"Se hace una cremita con esos colores y aceite de linaza. Luego que está la cremita se empieza a embarrar la pieza. Ya que está llena, hay que hacerse una 'muñequita' de un trapo para con ella ir frotando. Ya que se frotó la cremita, se aparta un puñito de yeso en polvo. La 'muñequita' se impregna y se le embarra para que vaya agarrando espesor. Hay que darle como tres manos para que quede gruesesito. Después de la tercer mano hay que dejarla que se seque unos 10 días para poderla decorar, ponerle ojos, nariz, hocico... Si no se hace así, se mancha", comenta don Victoriano.

¿En qué momento decide hacer máscaras?
"A mí me sacaron de bailador en la Danza de los Negros. Tenía unos 8 o 9 años. La misión de los negros es darle protección a los bailadores, que son niños chicos. Se hacían charcos. Entonces algunos negros abrazaban a los niños para pasarlos de un lugar a otro y que no se ensuciaran los zapatos. A algunos los agarraban de la mano. Ahí fue donde me llamó la atención. Me le quedaba viendo a una de las máscaras de los negros.

"Ya más grande, en vista de que estaba muy escaso el trabajo por aquí, me puse a tallar una máscara, tenía como unos 20 años. La mandé maquear, le dieron el acabado. Aquí había un señor que compraba mucha pintura de maque: bateas, jícaras, máscaras, guajes. Fui a ver si me la compraba. Sí le gustó y me la compró. Me dio como cuatro pesos por la máscara.

"En ese tiempo todo estaba muy barato. Por ejemplo, en el campo me pagaban 25 centavos todo el día, de sol a sol. Así que era 1.5 lo que iba a rayar por toda la semana.

"Entonces dije 'no, cuatro pesos... pues está mejor seguir haciéndole la lucha'.

¿Y mientras seguía tallando máscaras?
"Cuando andaba por allá no. Acababa por allá y veníamos otra vez para acá a ver qué. Total que logré ingresar a una fábrica de hilados y tejidos de algodón. Nomás que ahí trabajaba yo de 5 de la tarde a una y media de la mañana. Me gustó ese turno porque tenía todo el día para andar por a'i e incluso para seguir haciendo máscaras. Fue de la manera en que no dejé de hacer máscaras.

"Empecé a dedicarme con más esfuerzo a las máscaras en la época del General Lázaro Cárdenas. Bueno, sin dejar el trabajo en la fábrica de hilados. En la semana me hacía una o dos mascarillas. En ese tiempo había muchos compradores de máscaras. Revendedores desde luego. Venían de Morelia, de Pátzcuaro, pero de donde más venían era de Quiroga".

Desde siempre, don Victoriano sólo ha necesitado una sombrita para sentarse a tallar. Procura hacerlo lejos de los niños, sobre todo los domingos, cuando la prole se reúne a jugar en el patio de su casa.

"Así no hay peligro. Antes venían vecinos chiquillos, agarraban el cuchillo, ya me lo amellaban o ya se cortaban, por eso me voy a allá arriba, así no pasa nada".

Los precios de su obra, como es de suponerse, varían según el grado de elaboración. Las más sencillas cuestan 600 pesos; una de Satanás o algún otro diablo de pastorela, 800 pesos; un cráneo, mil, y la perteneciente a la danza del Señor de La Naranja, con un penacho enorme hecho de hojalata, cuesta 4 mil pesos. Cada trabajo requiere alrededor de 15 días para su elaboración, así que visite a don Victoriano, platique con él, conozca su trabajo y haga su pedido, para, más tarde, con el pretexto de recoger sus máscaras, vuelva a Uruapan a comer una sopa tarasca y dar un paseo por el Parque Nacional.

Dirección: Salazar 14, esq. con Justo Mendoza, Barrio La Magdalena, Uruapan, Michoacán. Tel. 01 (452) 527-0250.

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