Saturday, December 20, 2003

Ahora, para no aburrirlos con tanta reseña de libro que probablemente no lean, los dejo en compañí­a de Julieta Venegas, quien me respondió unas preguntillas sobre sus hábitos de viaje. Ojalá la disfruten tanto como yo. Besitos a las muchachas.

JULIETA VA Y VIENE, Y A VECES SE QUEDA

Con 'Sí', su tercera producción discográfica bajo el brazo, Julieta Venegas está a punto de iniciar una etapa más del viaje interminable que es su vida


A Julieta Venegas no le gusta viajar... Le encanta. "Me gusta conocer lugares distintos, pero más que nada me gusta conocer a la gente que vive en cada lugar".

Pero dice no ser de las personas que acostumbran tomar vacaciones o irse de turistas.

"Si tengo tiempo libre para darme una vuelta, eso para mí son vacaciones buenas. Una vez me fui a Cuba un par de semanas y me quedé encantada con la gente. Me querí­a quedar más tiempo, aunque no pude, pero a la primera oportunidad regresé a tocar. Creo que las que me tomé ahí en Cuba son lo más de vacaciones, así­, en plan descanso, que he hecho en mucho tiempo, y sólo me quedé en La Habana, pues conocí a gente muy linda y preferí­ quedarme en la ciudad a irme a la playa".

Además de la gente linda que conoció en La Habana, se encontró con algunos músicos de otros paí­ses a los que ya conocí­a con anterioridad, de esos amigos que ha ido cosechando por aquí y por allá.

"Tengo muy buenos amigos también en Madrid, que conocí por la música, pero que nos hemos mantenido como buenos amigos, como mi amiga Ajo (cantante española)".

Y cómo no iba a hacer amigos en todos lados, si suele instalarse en los lugares a los que llega por cuestiones laborales, como lo ha hecho en Madrid, o hace poco en Buenos Aires, donde vivió dos meses.

"También llegué a pasar mucho tiempo en Santiago. Cuando me vine al Distrito Federal fue porque venía de vacaciones, y me quedé, ya no regresé más a Tijuana. Me parece que me involucro demasiado en cada lugar a donde voy; en poco tiempo me instalo y me acostumbro a estar ahí".

"A donde sí me gusta ir sólo para pasear es por lugares de México. A Oaxaca he ido varias veces y nunca ha sido a tocar, y aunque hay un montón de lugares de México que no conozco y quiero conocer, sé que iría sólo a descansar y a conocer".

Y los traslados de aquí para allá terminan por ser básicos en la formación de su sensibilidad.

"Son muy importantes, como es todo lo que vivo, leo, pruebo, sufro o disfruto. Todo se me va quedando y es una influencia a la hora de que me siento a componer. Además, de cada viaje regreso con muchos discos y libros, que siempre son un alimento, aunque suene medio cursi".

¿Viajas mucho durante el año?

"Bueno, con eso de que mi familia vive en Tijuana y yo por acá, aun cuando no tengo que viajar de trabajo lo hago para ver a mi familia, y bueno, de trabajo, a veces tengo muchos viajes y a veces no, pero desde que empezó el 2003 he viajado bastante; de hecho he pasado poco tiempo en casa. A finales de 2002, de vacaciones; después, porque me fui a componer a Madrid, luego porque empecé a grabar el disco en Madrid y de ahí­ me fui a Buenos Aires. Y eso que apenas voy a empezar con los conciertos".

¿Cómo se favorece tu música con las experiencias vividas en tus viajes?

"Se enriquece en que conozco no sólo más estilos y sonidos, sino otras formas de escucharla. En muchos lugares hay proyectos que son muy de ahí, y que no han sido editados en otro lugar, así que para conocerlos tengo que estar ahí­. Eso me encanta. También ir a ver shows de gente local que quizás yo no conozco, pero mucha gente sí­. Es como verlos en su hábitat. O gente que conozco y sólo ahí los puedo ver. Incluso ver cómo es el público en cada lugar en conciertos es divertido. También me he dado cuenta de que entre más tiempo paso fuera de México me siento más mexicana, así que empiezo a escuchar la música de acá también de otra forma, y también a disfrutarla más, pues cuando tengo nostalgia por mi país, escuchar música mexicana me pone muy sentimental".

A pesar de todos esos ires y venires, Julieta guarda un espacio en su memoria para recordar lo sucedido en sus trayectos.

"Recuerdo mucho siempre el último que hice. Ahora tengo muy presente uno de los últimos viajes que hice a Chile, pues conocí a Anita Tijoux. Grabamos una canción para una peli juntas, y nos hicimos muy amigas. Eso es lo que más me gusta, conocer a gente que siento afín y que hacemos una conexión muy linda y que sé que es duradera, aun con la distancia".

¿Hay un lugar al que siempre hayas querido ir pero que aún no puedas?

"Hay cada vez más lugares que quiero conocer. Me encantaría conocer Perú. Conozco algunos escritores y algo de la comida, pero nada más; Costa Rica, que sé que es muy bonito. Además, cada vez estoy más enamorada de Latinoamérica completa y me dan ganas de ir a cada lugar, tanto a tocar como a conocer. Y bueno, todos los lugares de México que aún no conozco, desde San Miguel de Allende hasta todo Baja California, a donde iba de chica con mi familia, pero siento que ahora me gustaría redescubrir".

Cuando no estás en el escenario, ¿qué te gusta hacer en el lugar donde estás?

"Me gusta ir a caminar si no estoy muy cansada y si tengo tiempo. Me encanta ir al shopping de libros y discos, es una de mis formas favoritas de conocer los lugares, también con que alguien me recomiende a autores locales y a grupos de por allá. La verdad no soy muy de tomar fotos. De hecho, las fotos que tengo de los lugares son más que nada con la gente que conozco, no tanto fotos de los lugares. Siempre he pensado que las fotos así, en frente de un monumento, no dicen nada, es como tener una postal y ya. Me parece más lindo estar en el lugar y recordar eso. Lo que sí me traigo, cuando me acuerdo de tomar fotos, son fotos con mis amigos. A menos de que se trate de un viaje como a Oaxaca, en donde además de salir con los amigos, salimos encima de alguna pirámide, que se ve muy bonito.

¿Sueles escuchar música durante tus viajes?

"Siempre me llevo mi discman si es un viaje largo y me llevo los discos que más estoy escuchando en ese momento, pero también me encanta conseguir cosas nuevas, que luego es lo que más escucho. Creo que estando de viaje es cuando más tengo tiempo de sentarme por las noches en el hotel o donde sea, y sólo escuchar música con los audí­fonos. Ahora que estuve en Buenos Aires extrañaba mucho México al final, y fue cuando salió el último disco de (Café) Tacuba, el de Cuatro Caminos, y lo escuché mucho, tanto porque me gustó como porque ya llevaba casi tres meses fuera y me hacían pensar en mi casa".

¿Llevas mucho equipaje?

"Depende del viaje. Si voy a tocar, soy medio desidiosa, así que me llevo un montón de opciones de ropa, por si las dudas; si es para sólo grabar o lo que sea, llevo más bien lo práctico y, claro, discos y algunos libros".

¿Cuál ha sido tu peor experiencia durante un viaje? ¿Y cuál ha sido la mejor?

"Ah, el otro día venía regresando de un viaje a Chile y traía mi guitarra en un estuche blando. El vuelo hizo parada en Lima y de ahí venía a México y, bueno, me dijeron que no podía subir la guitarra al avión. Primero me hicieron esperar a que todo el mundo subiera, lo cual ya fue una tortura, esperar a que suban para de ahí ver si queda espacio para subir la guitarra, y luego me dicen que no se puede, n'ombre, todo el viaje (son como seis horas) estuve sufriendo y acordándome de los momentos con la guitarra, como si me estuviera despidiendo, pensando que llegaría hecha añicos. Al final llegó bien, pero sufrí­ mucho. Y una buena experiencia fue cuando fui a tocar a Santiago hace un par de años. Yo había ido mucho por razones más familiares, pero nunca a tocar, y cuando fui a tocar nos fue muy bien: el show fue muy emotivo y muy divertido. Siempre recuerdo mucho ese concierto".

Julieta presentó su disco en el Distrito Federal, poco antes de hacerlo en Guadalajara. Regresó entonces al DF para hacer una serie de presentaciones que se prolongará hasta finales de este año. Todo indica que se tratará sólo de un breve receso antes de continuar el viaje.

"Tengo muchas ganas de salir de gira, particularmente por México, y después ver a dónde más nos vamos. Por ahora, el disco está saliendo en México, Estados Unidos y Chile, y esperamos que el año que entra lo editemos en más lugares y podamos ir a hacer promo y tocar... Ya les contaré".

Y quizá en estos días de poco viaje, Julieta le dedique tiempo a la lectura.

"Leer es una buena forma de viajar sin moverse. Me gusta la visión de La Habana que te da Pedro Juan Gutiérrez, o de Madrid que te da Javier Marías. Haber estado en un lugar y después leer algo sobre él te hace recordar de cuando estuviste, o te hace querer conocerlo si no has estado nunca".

Saturday, December 13, 2003

Esta vez les entrego una breve reseñita de uno de los últimos libros de Roberto Bolaño. Todo parece indicar que lo escribió por encargo; de cualquier forma es digno de leerse, pero róbenselo, porque eso sí, está medio caro.

DESASOSIEGO EN ROMA

Bianca y su hermano quedan huérfanos. En una carretera cercana a Nápoles, el Fiat amarillo en que viajan sus padres durante sus primeras vacaciones solos queda destrozado junto con ellos. A partir del accidente, los muchachos reciben una pensión, siguen yendo al colegio y continúan trabajando; él en un gimnasio, ella en una peluquería, pero pronto dejan los estudios para iniciar una epopeya donde la delincuencia, el engaño y el sexo con malas intenciones serán los pilares de su modo de vida.

Es esta la anécdota que constituye el punto de partida de Una novelita lumpen, la última novela publicada en vida por Roberto Bolaño, que forma parte de la Colección Año Cero, donde la editorial Mondadori reúne miradas literarias sobre varias ciudades del mundo.

Además de dejar los territorios habituales de su universo narrativo para situar la historia de estas dos jóvenes víctimas de la confusión y el desasosiego en calles y lugares típicos de Roma, como el puente Garibaldi, la estatua de Giordano Bruno, el Parco di Traiano o el Campo dei Fiori, Bolaño parece depurar en Una novelita lumpen el conjunto de obsesiones que caracteriza su obra previa. A lo largo de dieciséis capítulos se perciben la violencia omnipresente (unas veces explícita, otras apenas perceptible), los ambientes claustrofóbicos (la historia tiene lugar en una casa que se siente laberíntica) y los múltiples matices de los personajes (que pueden ir de lo perverso más oscuro a la ingenuidad más empalagosa).

Por esos motivos, por esa preocupación de Bolaño más inclinada a mostrar el alma humana que a describir los lugares donde se desarrollan sus historias, Roma es en la novela un escenario incidental y perfectamente intercambiable, detalle irreverente del autor si pensamos que el proyecto editorial donde se inserta esta obra tenía más bien propósitos viajeros, orientado más hacia la crónica caleidoscópica o al diario de viaje, según las intenciones expresadas por la misma editorial.

En resumen, la historia de los dos jóvenes de reciente incursión en la delincuencia tiene como fondo un falso decorado romano, como de utilería. Incluso Maciste, el personaje que en sus años mozos fuera fisicoculturista y actor de películas histórico-mitológicas chafas, ayuda a delinear la imagen de una Italia caricaturesca, bidimensional y poco atractiva para el viajero que hace planes para visitarla en sus próximas vacaciones.

Entonces, el lector que busque en Una novelita lumpen elogios de Roma o una descripción de los rasgos y virtudes de sus habitantes concluirá su lectura decepcionado. Pero aquel que lo haga dispuesto a hallar ahí una historia bien narrada y la sensibilidad particular de Bolaño para convertir en literatura las vidas sórdidas de personajes extremos, leerá hasta la última línea sin la sensación de haber tirado a la basura los poco más de 200 pesos que cuesta el libro.

Ese detallito insolente bien puede formar parte de los propósitos de Bolaño, quien ya había comentado en algunas entrevistas que Una novelita lumpen, además de ser una novela por encargo, se trataba de una sátira y a la vez un homenaje a la narrativa de José Donoso, su paisano, escritor al que admira pero al que también ha criticado con fuerza y de quien incluso ha llegado a decir que era un mal novelista con sólo tres libros buenos.

Todo lo anterior puede ser leído como una advertencia o como una recomendación.

Una novelita lumpen, de Roberto Bolaño. Colección Año Cero, Editorial Mondadori, 122 págs., 230 pesos en El Péndulo.

Friday, December 12, 2003

Ahora comparto con ustedes el comentario a un libro locochón; espero que las siguientes líneas transmitan medianamente la rareza y la diversión que experimentará quien logre conseguirlo (será un poco difícil, je, je).

UN PERIPLO PROVOCADOR

Tras ser expulsados de Edimburgo, Medlar Lucan y Durian Gray, los autores de El viajero decadente, aceptan una encomienda de sus editores: a cambio de una gran cantidad de dinero, deben volver a blandir la pluma para exponer sin ninguna clase de recato su transgresor concepto sobre otra de las pasiones burguesas: los viajes.

Con El libro de cocina decadente y El jardinero decadente, estos dos autores ya habían hecho lo propio con el goce gastronómico y la afición por cultivar y apreciar la flora del jardín particular. De esa forma se hicieron de un público ávido de sus aventuras, y ahora vuelven para satisfacer esas expectativas con más de 200 páginas de material irreverente, que es descrito en la introducción como "un apestoso popurrí compuesto de anécdotas de viaje, opiniones conflictivas, mentiras, recuerdos, referencias literarias, frases en lenguas extranjeras y facturas de hotel sin pagar".

En el libro se descubre qué fue lo que les sucedió a Lucan y a Gray a partir de la clausura de su restaurante, "El Decadente", y su expulsión de Edimburgo, además de que en él comparten sus experiencias durante los días por San Petersburgo, Nápoles, El Cairo, Tokio, Nueva Orleans y Buenos Aires al mismo tiempo que harán saber al lector su preferencia por tener como únicos compañeros de viaje a sus autores favoritos, entre los que se cuentan Charles Baudelaire, Aleister Crowley, Oscar Wilde y Gustave Flaubert. Sin embargo, las referencias literarias irán variando según el lugar donde se encuentren.

En el capítulo referente a San Petersburgo incluyen citas de Alexandr Pushkin y registran uno que otro chismecito apoyado en historiadores especialistas, como ese de que Jean Baptiste Alexander Le Blond, el arquitecto francés responsable del plano general de la urbe, murió tras recibir una paliza de manos de Pedro el Grande, que estaba descontento por unos detalles sin importancia. O en las páginas que hacen alusión a Nápoles, uno de los primeros comentarios tiene que ver con el Marqués de Sade, pues Gray desea fervientemente que su visita coincida con unos de los festivales napolitanos descritos por el escritor francés, supuestamente donde la gente se disputa, con navajas en mano, pedazos de carne de buey en plena comilona.

El viajero decadente se presenta a sí mismo como un antídoto contra lo que Lucan y Gray llaman un mundo de pesadilla hecho de mochilas, duty-free y gastroenteritis.

En la sección del libro titulada "Turismo púrpura" consignan su filosofía del viaje, y quizá en él se hallen las pistas para descifrar el discurso alarmante de estos dos seres que se autodefinen como dos profesionales de la vagancia, a lo que bien podría añadirse que también lo son del desenfreno, la irreverencia y la provocación.

La redacción de esta bitácora desquiciada estuvo a cargo de Alex Martin y Jerome Fletcher, quienes supuestamente tuvieron que recopilar y ordenar todo el material que Lucan y Gray entregaron. Y digo supuestamente, porque bien podrían Lucan y Gray ser fruto de la mente de alguien más, un seudónimo detrás del cual se oculte un admirador de Oscar Wilde y de su forma de vida, esa inclinada hacia el goce estético, la vanidad y los caminos de la perdición.

El viajero decadente, de Medlar Lucan y Durian Gray.
Colección Pérfidos del Bronce, Ediciones del Bronce, 231 págs., 208 pesos en Gandhi.
Pues no compré nada. Pero nadie parece perjudicado. ¿Habrá servido? Sepa.