Friday, January 23, 2004

Ahora un comentario sobre el libro autobiográfico de Paul Bowles. Es muy barato y algo entretenido; sirve, sobre todo, para enterarse de algunas anécdotas donde los actores han sido personajes extravagantes de la cultura, como la bandota "beat", que hicieron de Tánger, Marruecos, un destino a la hora de vacacionar o de cambiar de residencia. Aquí va, entonces.


RECUERDOS DESENTERRADOS

En Memorias de un nómada, Paul Bowles ofrece un recorrido por los hechos que conformaron su existencia trashumante, y al parecer, fue arduo el trabajo de selección.

"Desde que empecé este libro", escribe el novelista, "llevo meses seguidos en Tánger eligiendo, de entre el inmenso número de fragmentos de recuerdos desenterrados, los que pueden servir a mi propósito. (...) Escribir una autobiografía no es el tipo de trabajo con que se supone que disfrutan la mayoría de los escritores. Y es evidente que contar lo que ocurrió no constituye forzosamente un buen relato. En mi relato, por ejemplo, no hay victorias espectaculares porque no hubo lucha. Yo aguanté y esperé. Creo que es lo que ha de hacer la mayoría de la gente; son realmente raras las ocasiones en las que existe la posibilidad de hacer algo más".

¿Cómo? ¿Una autobiografía donde no pasa nada? Eso podría parecer, pero sí pasa, y en abundancia. ¿Cómo qué tipo de situaciones se leerán en las memorias de un personaje que reconoce sólo haber "aguantado y esperado"? Aunque se trata de un recorrido ultrarrápido de la vida de Bowles, de su infancia a sus días en la ciudad marroquí de Tánger, es suficiente para ponernos al tanto de una vida llena de trabajo y viajes constantes.

Así, la escritura de guiones, narrativa, poesía y artículos para periódicos, combinada con la realización de algunas piezas para orquesta o las partituras para alguna obra de teatro en su faceta de músico, se entrelazan con un persistente nomadismo. En una época en la que los aviones aún no estaban a la completa disposición de los viajeros, él recorrió Francia, Marruecos, Panamá, Cuba, las Bahamas y todo Estados Unidos, entre muchos otros lugares.

Memorias de un nómada será de interés, entonces, no sólo para quien guste de la literatura de Bowles (seguro hay por ahí alguien que ya leyó El cielo protector), sino también para esos fanáticos del chismorreo y las anécdotas de un personaje interesante relacionado con otros aún más, como Salvador Dalí, Bela Bartok, Aaron Copeland, Gertrude Stein, Arthur C. Clarke, William Burroughs, Jack Kerouac o Tennessee Williams.

Paul Bowles vivió varios años en Tánger, una ciudad que llegó a ser un poderoso imán que atrajo al norte de Africa a hordas de artistas, entre ellos varios exponentes de la literatura norteamericana de los años 60 y 70, sobre todo de la generación beat, con quienes tuvo una relación estrecha.

De hecho, con ellos se relaciona una de las anécdotas más divertidas capturadas en este libro, esa donde tiene lugar un encuentro tan extraño como divertido en el departamento de la cantante Libby Holman. En una velada, Allen Ginsberg, Gregory Corso y Peter Orlovsky, tres figuras "beat", deben departir con tres altos funcionarios del Consulado soviético en Nueva York. Al principio, todo va bien: vodka, caviar y algunas frases de cortesía para romper el hielo, pero las cosas se ponen un poco tensas cuando Ginsberg ofrece a los rusos un obsequio perturbador: cigarrillos de mariguana. Así, los funcionarios pasan de la incomodidad al disgusto antes de decidir abandonar la minifiesta.

Sin embargo, en 1972, cuando se publicó Memorias de un nómada, William Burroughs rebautizó de inmediato el libro como Without Telling, parodiando el título original, que es Without Stopping, por considerar que había escrito una autobiografía sin decir nada al lector sobre sí mismo. Sólo hace falta, querido lector, que usted forme su propia opinión.

Memorias de un nómada, de Paul Bowles, Grijalbo Mondadori, Col. Mitos Bolsillo, Barcelona, 2001, 395 págs., 44 pesos en la sección de Biografías de librerías Gandhi.

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